Bailando con el Espíritu Santo

La vida en el Espíritu es como el baile. “Tenemos que bailar con el Espíritu”, dijo Mary Healy. Sus palabras despertaron algo dentro de mí. Ella se refería a permitir que el Espíritu Santo nos guíe, como cuando en un baile los movimientos fluyen suavemente entre una pareja, uniéndose sin esfuerzo y produciendo belleza.

Para una persona como yo, que inconscientemente ha sentido la necesidad de control durante casi toda su vida, la idea de dejar que otra persona me guíe no es bienvenida con facilidad. Durante los últimos años he estado aprendiendo mucho sobre mí y he reconocido que detrás de mi necesidad de control hay un profundo temor. Miedo a perder lo que amo o a ver a los que amo perderse, y miedo a ver mis planes “perfectos” desmoronarse. Miedo, miedo, miedo.

“No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. “

1 Juan 4:18-19

Dios me dice que caminar con Él es caminar en amor y que este amor, Su amor, me libera de todo temor. Las palabras de Mary Healy despertaron en mí un profundo deseo de perder el control y de finalmente permitir que el Espíritu de Dios me guíe. En verdad, no tengo idea de cómo vivir de esta manera; me sorprende ver cuánto control he impuesto incluso en mi relación con Dios. Es como si me hubieran quitado una venda de los ojos y ahora puedo ver con claridad. Pero no sólo puedo ver, también siento Su presencia fortaleciéndome para poder despertar todos los días y aceptar cada circunstancia, especialmente las no planificadas, como parte de su divina voluntad, recordándome que ya no soy yo quien tiene el control, sino Él. Hay una certeza en mi alma de que todo está bien, ya no hay necesidad de temer ni de tomar el control; sólo necesito seguir cada uno de Sus pasos y responder de acuerdo a Sus movimientos. Para mi sorpresa, cuando camino de esta manera, las cosas comienzan a tomar su lugar correcto, las peticiones de oración comienzan a ser respondidas,  no necesariamente de la manera que espero, sino de Su manera perfecta superando mis expectativas.

Este cambio en mi vida ha sido liberador y ha aumentado mi fe en Jesús y en Su divina voluntad para mi vida. Sin embargo, se necesitó una cosa de mi parte, permanecer cerca de Jesús buscando cada oportunidad de estar en oración y soledad con Él. Lo veo como estar en un salón de baile, Jesús en la pista extendiendo Su mano invitándome a bailar mientras yo decido entre quedarme sentada en la mesa abrazada a mi silla (bajo mi control) o entrar a la pista sosteniendo Su mano con confianza dejándole marcar los pasos. La oración y los momentos de soledad con Él son mi forma de permanecer en la pista de baile apretando Su mano permitiéndole tomar el control. El Espíritu Santo se mueve a donde él quiere y, sin saber a dónde me lleva, me siento segura porque estoy firmemente sostenida por Aquel que tiene en sus manos el plan perfecto para mi vida.

“El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»”

Juan 3:8

By Karla Cebreros

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